Mateo Ferrer, Psiquiatra
Miembro del Comité Unidos por Chile

La clásica trampa populista

Las personas acuerdan vivir en comunidad para obtener seguridad, protección y experimentar el sentido de la pertenencia. Así lo era en la antigua tribu, aquel clan que le otorgaba contención solidaria necesaria para la subsistencia y en donde cada individuo, ocupaba una labor fundamental en el desarrollo del bienestar general. La colectividad desarrollaba sistemas de autocontrol y el ejercicio de la autoridad recaía en aquellos individuos dotados de un innato don de liderazgo.

La organización de estos sistemas implica pactar acuerdos de convivencia que son compromisos que asumen cumplir y que mantendrán en el mejor de los casos la armonía de la coexistencia. Como es de conocimiento para todos, en este devenir surgen nuevos problemas que presenta el acontecer en micro-ámbitos relacionales en conflicto de intereses divergentes, que presionan y exigen reformular permanentemente estos acuerdos. Esta convivencia con micro-ámbitos en competencia, requieren de un ininterrumpido diálogo que tengan como objetivo “la fusión de horizontes” condición necesaria de toda comunicación significativa y eficaz. Converger en la discrepancia, para el bienestar de toda la comunidad o en su gran mayoría sin exclusión.

Por este motivo, el carácter de transitoriedad de los acuerdos hace necesario que en su confección sean pluralistas (la información se encuentra esparcida y nadie la conoce completamente), y sigan el principio de la gradualidad.

Desde la época griega, los occidentales hemos intentado construir sistemas políticos que nos permitan vivir en libertad, lo que se traduce en el derecho a la palabra (parresia), y el de ser escuchado sin temor a los poderes hegemónicos.

Los de gobiernos totalitarios que imponen una verdad monoteísta o que acumulan demasiado poder, como lo sería un sistema económico centralizado propio de los países socialistas tanto fascistas o comunistas, serán finalmente los dueños de nuestro esforzada inversión de conocimiento, y de nuestro capital de trabajo.

En estos casos la libertad está restringida a la visión de quienes han acumulado la supremacía del poder. Esta búsqueda de la libertad nos motiva a perfeccionar la democracia, que no solo implica la valoración de visiones pluralistas, sino respetar el juicio crítico a cualquier discurso hegemónico, teniendo en cuenta que los discursos totalitarios tienen como objetivo controlar el imaginario social y, de este modo, fiscalizar la conducta humana para mantener el poder en manos de una mezquina minoría.


Fuente: Unidos por Chile – Domingo 06 de septiembre 2020