Por Mateo Ferrer
miembro Comité Unidos por Chile

PARTE I: Los relatos y la violencia

Se definirán los aspectos esenciales para comprender la relación entre los relatos y la violencia, en relación a los acontecimientos de violencia de la realidad actual que vive el país.

Estructura de la experiencia Humana

Asumiremos a priori, por un lado, que el ser humano está en el trato momento a momento con el mundo, consigo mismo y el mundo compartido. Por el otro, asumimos que la estructura básica de la experiencia es encontrarse emocionalmente situado en referencia a algo, hacia un norte de sentido que da la orientación de aquello que es significativo. 

La naturaleza temporal de la experiencia humana requiere la construcción de relatos para dar continuidad, coherencia y consistencia a la experiencia en curso. La temporalidad de la vida es apropiada a través del relato, nos da el sentido de propiedad y de responsabilidad e imputabilidad (dimensiones atribucionales) de la experiencia cotidiana.

La experiencia requiere ser dicha o relatada

Según haya sido su historia de vida afectiva, las personas difieren de cómo se encuentran situado emocionalmente El ser situado, orienta un horizonte de sentido para dar permanencia a la experiencia, de mantener una adecuada autoestima y el sentido de sentirse validado y reconocido por los otros, manteniendo la sintonía de una convivencia armoniosa con el grupo de referencia. En este sentido, el relato permite tener un mundo compartido por otros, por tanto, “no siempre refleja la apropiación de la experiencia propia”, sino que refleja “lo que se dice” y es lo que se define como habladurías o publicidad. Luego este relato, aunque provenga de la publicidad o de lo que se dice, forma parte de la misma estructura de la experiencia y en gran medida determina la propia emotividad, debido a lo cual hay una íntima relación entre relato y violencia.  El relato, lo que se dice, no es inocuo en relación con la violencia.

Con respecto a la violencia actual, haré referencia sólo a quienes se orientan desde la desconfianza y la magnificación de emociones negativas se sitúan orientados al deseo de control o poder y del otro grupo, que a través del relato compartido logran tener un sentido de continuidad y de valor a su existencia. En general, los primeros actúan como los líderes y tienden a construir relatos que da un horizonte de sentido a las acciones violentas que ejecuta los segundos, la masa. Estos relatos, deben dar la justificación valórica de realizar actos violentos en función de causas justas y reivindicativas, atribuyendo que se lucha contra un grupo que niega su condición humana y los desconoce como seres legítimos en la convivencia, exacerbando las emociones de desconfianza y temor hacia ellos y, por ende, validar estrategias coercitivas violentas para obtener el control y seguridad. Esta es la lógica narrativo emocional de la llamada lucha de clases, donde los dueños del capital han construido un sistema para conservar sus privilegios, que los somete y los deshumaniza, tratandolos como objetos y los denigra en el trato (efecto guatón Pérez). Esto último, es lo que las nuevas generaciones más resiente.

Factores del relato que regulan la violencia

Los relatos pueden exacerbar la violencia o disminuir la acción de factores naturales que inhiben la violencia.

Se exacerba si se le da un sentido “épico” a la violencia, un sentido de pertenencia a un grupo y de ser reconocido y validado por ese grupo. Los otros actúan como espejo de mí mismo, en ellos reflejo el valor de mí y el juicio de que acciones son correctas. Se abandona el discernimiento personal y se asume la verdad del grupo, el sentido de valor personal queda mimetizado al relato y expectativas del grupo. Eric Fromm, en relación con el fascismo, le llamaba “el miedo a la libertad”, se está enajenado en relación con lo que se debe o no hacer según el grupo de referencia o ideal de referencia.

Los actos violentos se validan en función de los relatos, especialmente si se hacen por causas superiores en una realidad impersonal, aspecto fundamental en la violencia política, siempre se hace por temas en el bien superior contra el enemigo opresor o abusivo. Se busca deshumanizar de quien se desconfía, que aparezca como objeto, una cosa que interfiere abusa, oprime, etc. Al ser deshumanizado, se apagan los controles que inhiben la conducta agresiva, así la agresividad queda desregulada. Se agrede a los pacos, a los momios, a los ricos, a los comunistas, flaites, etc. Se agreden y destruyen objetos, no personas y se hacen en el bienestar de lograr una validación por el grupo de referencia, aunque este sea una representación mental de una verdad abstracta. El otro que valida puede ser una visión teórica utópica o un bien superior, ej. la inquisición, la guillotina de Robespierre.

La consciencia social, como me siento de estar de cara a los otros, inhibe la conducta violenta. Por ende, cualquier aspecto que disminuya la conciencia social tiende a exacerbar la violencia, es conocido este efecto en drogas (alcohol, cocaína y otras) que aumenten la sensación de fortaleza o que disminuyan el dolor y, por ende, disminuyen el miedo a las consecuencias del acto violento, especialmente el dolor social. Otro factor relevante para disminuir la conciencia social es el “derecho al anonimato”, que defienden parlamentarios de Izquierda. El saber de antemano, que se actúa en el anonimato, facilita la acción del acto violento. El relato que sostiene el derecho al anonimato es un relato que propende a la validación del acto violento.

Debemos escuchar el relato de la Izquierda “NO como algo que refiere a la verdad”, sino como algo dirigido a arengar a la masa, donde se magnifica el ser víctima de sufrir emociones negativas causadas por otros que solo merecen desconfianza. De esta manera, legitiman las acciones violentas en contra del estado y de sus instituciones democráticas, debido a que son la condición de posibilidad para demandas “justas y reivindicativas”. Luego las víctimas de este levantamiento, validan la desconfianza en el estado y enciende las emociones reivindicativas, colocando al otro como objeto de revancha o de hacer justicia.

La izquierda, ha instalado un relato para justificar la violencia y destrucción. Los héroes de la primera línea lo hacen para que la gente se pueda manifestar, es gente que no tiene miedo, que no tiene nada que perder, son los abandonados “del Sename” y que tienen rabia, sin la violencia no hay cambios y, por ende, la violencia es necesaria, etc. Estos son relatos que no refieren a la verdad, refieren a arengar y validar la violencia, a darle un sentido épico. Lo hacen contra el estado opresor, que busca cuidar el estado de privilegios de unos pocos.

El relato que valida la violencia debe imputar a otras motivaciones egoístas estables en el tiempo y que afectan la totalidad de la vida, ej. Oprimir y abusar de la clase trabajadora. Es algo intencional, planeado incluso, que se va a mantener estable en el tiempo y afecta la totalidad de la vida. El carácter intencional y estable es básico para que el relato genere rabia, Ej. “Quieren mantener sus privilegios” y se le da el sentido épico, “hay que destruir toda la cultura capitalista”. Lo señalado queda muy bien explicitado en discurso de Jadue en la convención de DDHH. Dice: “El capitalismo, no elegimos donde se nace y, acá se nos ha hecho creer (la desconfianza) que el neoliberalismo crea riqueza porque ese es el discurso, pero no es verdad, el capitalismo crea riqueza porque paga menos a los trabajadores que la riqueza que crea, o sea se les paga a los trabajadores menos de lo que vale su trabajo”. El trabajador es dañado, es víctima del abuso del empresario egoísta (exacerba la desconfianza). Relatos que se construyen para deshumanizar a quienes creen en el sistema capitalista, exacerbando la desconfianza hacia ellos (seres con falta de empatía y que piensan en el beneficio propio) y atribuyéndoles a factores intencionales, estables y globales que causan dolor y sufrimiento.  En la convivencia del mundo compartido, es básico construir este tipo de discursos para que los líderes puedan tomar el poder por la fuerza.

Se está en oposición a un enemigo que vamos a derrotar, nos definimos en oposición al otro, la derrota del otro es mi victoria.

Fuente: Unidos por Chile – Febrero 2020