Sylvia Eyzaguirre

“Siento que la demanda de los chilenos es: gobiernen juntos”

Liberal y socialdemócrata, la investigadora del CEP confiesa su profunda desilusión de los políticos por el retiro del 10% de las AFP, por proyectos urgentes y populares como salas cuna y educación parvularia que siguen parados en el Congreso. Lo mismo que el regreso de los niños a clases presenciales, que ‘nadie quiere debatir’.

Es liberal pero no ‘a secas’. Los siete años que Sylvia Eyzaguirre vivió en el país de Angela Merkel —donde se doctoró en Filosofía en la Universidad de Frigurgo— la marcaron y le aportaron el apellido ‘socialdemócrata’. Así como cree en condiciones de vida mínimas, universales y de calidad, no comparte que los servicios públicos deban tener domicilio estatal o privado, sino mixto, ‘que es el mejor para Chile, donde el drama son las ineficiencias y capturas del Estado’. Por algo, explica, en estados de bienestar como Alemania el sistema de salud es mayoritariamente privado, igual que la educación en Holanda o las pensiones en Australia.

La investigadora del CEP dice que se sintió ‘muy cómoda’ con la Concertación y luego en el centro liberal socialdemócrata que formaron en ‘Ciudadanos’ con Andrés Velasco. Fue su primera y última incursión política, que dejó tras unas enconadas y controvertidas elecciones. Luego, la filósofa se ofreció para la campaña de Lagos en 2017, ‘y no me llamaron’, dice y se ríe. Sí la buscaron del comando de Piñera para trabajar en su propuesta de educación, incluso estuvo en la lista para liderar esa cartera.

—¿Habría podido ser ministra de Educación de este gobierno?

—Trabajé para la campaña en 2017, eran otros tiempos: prepandemia, pre estallido social, pre crisis política. Obviamente, ser ministro hoy es sumamente duro. Se ha perdido gobernabilidad y con tantas elecciones por delante, será aún más difícil gobernar.

—Su amigo Sebastián Sichel lideró el Ministerio de Desarrollo Social, ¿fue injusta su salida si era el ministro más popular del gabinete?

—Soy amiga de Sebastián, era uno de los políticos mejor evaluados en un contexto donde los políticos están muy mal evaluados, tenía talento para comunicar muy bien y eso es muy valioso en un gobierno que ha tenido un problema de comunicación desde el inicio. Lo estaba haciendo bien, muy preocupado por la agenda social, aprobó el ingreso familiar de emergencia, que es una gran política para la pandemia. Lamento que lo hayan sacado y sobre todo que Desarrollo Social sea un carrusel de ministros.

—¿’Se jodió Chile’, como creen algunos…?

—No estoy de acuerdo. Cuando ganó Piñera I, la pérdida del poder después de 20 años dinamitó el equilibrio izquierda-derecha y el equilibrio al interior de la centroizquierda. Desde entonces, no hemos logrado encontrar un nuevo equilibrio de poderes que nos permita gobernar el país. Hay un rechazo enorme y transversal a todos los partidos políticos, al Congreso y al Gobierno, nadie capitalizó el 18 de octubre, las personas se cansaron de este combate político y quieren acuerdos que mejoren su vida. Y si miramos el clima en el Congreso, vemos menos acuerdo incluso. La pelota está en el lado de los ciudadanos, debemos decidir quién nos va a representar para que estos temas se resuelvan.

—¿Es partidaria del voto obligatorio?

—No era y cambié de opinión; estoy a favor del voto obligatorio, porque la democracia funciona solo cuando la gente vota. Si solo votan los más ideologizados, el sistema político se polariza. Un Parlamento proporcional no conversa con un régimen presidencial, dificulta los acuerdos y la gobernabilidad. Podemos hacer cambios, pero sin voluntad política de los actores, ni el mejor diseño político va a funcionar; Bélgica estuvo dos años sin gobierno y lo mismo sucede en España.

—Algunos ven el cambio de sistema político como el remedio, ¿qué cree usted?

—Hicimos un nuevo sistema electoral proporcional y pensamos que más oferta de partidos y candidatos sería más atractivo para votar, no fue así. Podemos hacer ajustes al sistema político, volver obligatorio el voto, pero no sacaremos nada si no hay voluntad en el mundo político. Siento que la demanda de los chilenos es: ‘gobiernen juntos’, eso se logra en regímenes parlamentarios.

—¿Entonces, es el camino constituyente la salida?

—Sí y no. Una nueva Constitución es una oportunidad, pero exige dos tercios, y si las fuerzas políticas no son capaces de ponerse de acuerdo, no vamos a conseguir nada. Algunos dicen que cuando los derechos sociales estén consagrados en la Constitución mejorará la vida de las personas, y no hay evidencia empírica en el mundo que avale eso. En países con derechos sociales tutelados en su Constitución, como Colombia, Brasil, Bolivia, las prestaciones no han mejorado, y en los países europeos que sí dan una buena provisión, no están en la Constitución. El problema no está en los objetivos, sino en los instrumentos que finalmente se deciden en la deliberación política.

‘Me gustaría un sistema de salud unificado con un estándar mínimo, acceso universal e igualitario para todos, ese objetivo debiera estar en la Constitución, ¿puede prestarlo un privado, solo el Estado o mixto como en casi todo el mundo? Esa discusión es política. Todos queremos acceso universal a la educación parvularia, sala cuna universal para madres que trabajan y esos proyectos están parados en el Congreso, porque para los políticos es más importante si el servicio lo presta el Estado o un particular. Me frustra e irrita muchísimo, veo que las personas están hartas de que no se responda a sus demandas’.

—¿Votará Apruebo?

—Estoy por el Apruebo, entendiendo que exige muy buena voluntad de todos los actores y es lo que menos veo en el sistema político. Estaba por la convención mixta, pero ha sido tal mi desilusión, que voy a votar por constituyente, confío más en la gente que en las decisiones que están tomando los políticos. Mi naturaleza optimista me dice que no hay otro camino y quiero apostar por ese camino, sin tener claro que sea exitoso, porque conlleva riesgos. Tengo hartas preocupaciones y aprensiones de que no lleguemos a ningún acuerdo o a muy malos acuerdos y la nueva Constitución implique dos años de retroceso. El costo económico de estos dos años habrá valido la pena si al final tenemos una nueva Constitución que los chilenos hagamos propia.

—El acuerdo económico y social para enfrentar esta pandemia insinuó un regreso de los técnicos, ¿se fue ‘a la cresta’ con el 10%? Usted lo escribió…

—Fue la gota que rebalsó el vaso. Nadie dijo que se cayó el sistema, pero fue regresivo, afecta las pensiones, les regalamos plata a los que más tienen y ni un peso a los más vulnerables. El Congreso tomó la peor decisión, habiendo otras mucho mejores.

—El expresidente del BC José De Gregorio y el exministro de Economía Juan Andrés Fontaine dicen que los economistas ‘exageran’ los efectos.

—¿No consideran malo regalarle millones al sector más rico del país, cuando hay gente que lo está pasando muy mal? Ven que generó consumo y dejan de ver que el 5% más rico recibió transferencias por US$ 800 millones al no pagar impuestos. Antes de aprobarse, todos los economistas, incluso Claudia Sanhueza, del Frente Amplio, decían que era una mala política, regresiva; una vez aprobada y sobre todo después que Joaquín Lavín, el candidato más fuerte de la centroderecha, llamara a aprobarla, se volvió quizás más complejo criticarla. Pero es una mala medida, igual que mantener las escuelas cerradas. El ministro de Educación intenta debatir una apertura dinámica y responsable, con cuidados, y nadie quiere.

—Pero solo el 5% de los chilenos quiere volver a clases presenciales y varios alcaldes ya cerraron la puerta por este año.

—No se trata de la muerte o aprender un poco menos, nadie en su sano juicio va a querer arriesgar la vida de los niños y sus profesores por menos aprendizajes en Matemática o Lenguaje. Se han invisibilizado absolutamente los riesgos de hambre, desnutrición, maltrato y abuso infantil, salud mental, violencia intrafamiliar, deserción escolar y aumento de brechas. En Europa se triplicaron en un mes las visualizaciones de páginas de pornografía infantil. Mantener los colegios cerrados puede cercenar las oportunidades de muchos niños, sobre todo los más vulnerables, y eso no se quiere ver. ¿Por qué un colegio rural en Panguipulli, que no tiene contagios, sigue cerrado? Es importante tener ese debate, conversar, informar a la comunidad y tomar medidas.

El ‘test’ socialdemócrata a Lavín

—Hace poco, el exministro José Joaquín Brunner confesó una cierta orfandad política en la centroizquierda, ¿siente lo mismo?

—Absolutamente. Una cierta fracción del PPD y el PS eran interesantes, pero hoy son irrelevantes. Ciudadanos fue un domicilio interesante, con una visión socialdemócrata pero liberal. Un referente similar es Evópoli y me siento cercana, pero hay mucha orfandad en el centro. Veo toda la energía de la centroizquierda puesta en recuperar su electorado de izquierda y en esta rivalidad con el Frente Amplio, no en recuperar el electorado de centro que gana las elecciones. La centroizquierda ha dejado absolutamente vacío el centro, la DC ha girado totalmente a la izquierda. Veo mucha confusión en la centroizquierda que no le ayuda a recuperar el poder. Va a ser difícil llegar a acuerdos y avanzar. Esa confusión la comenzamos a ver en la centroderecha con el 10%, pero tener un candidato bien posicionado como Joaquín Lavín ordena muchísimo. Habrá pataleos, pero son humo.

—¿Tiene razón Lavín cuando se plantea como ‘socialdemócrata’? ¿Se puede ser UDI y socialdemócrata?

—Entiendo la socialdemocracia como un Estado que otorga condiciones mínimas para tener una vida digna y oportunidades que permitan gozar de las libertades. En los países socialdemócratas con estado de bienestar el 60 o 70% de los ciudadanos pagan impuestos a la renta y en Chile solo el 20%. ¿Está dispuesto Lavín a subir y ampliar los impuestos? La socialdemocracia es amplia y la centroderecha también, pero la UDI es más bien de derecha, y de socialdemocracia le veo bien poco. Me parece que a Lavín no le critican su cambio de posición política, que por supuesto es legítimo, sino que ha seguido domiciliado en un partido que no comparte sus posiciones.


Fuente: El Mercurio – Publicado el domingo 30 de agosto de 2020