Emociones en tiempo de cuarentena

El encierro genera muchas dificultades que son relevantes de anticipar, prevenir y controlar. Comprender sus efectos e indicaciones de cómo manejarlos son elementos clave para este periodo de cuarentena. El psiquiatra Mateo Ferrer, miembro de Unidos por Chile, nos detalla los efectos del “Aburrimiento” y “Conflictos familiares o de pareja”.

1.- Aburrimiento: puede generar irritabilidad, angustia y estados de vacío. La experiencia de la temporalidad se distorsiona y se tiene la vivencia de que el tiempo pasa muy lentamente, especialmente si la persona se encuentra sola.

La tendencia a la pereza y a comer demasiado es uno de los principales riesgos del aburrimiento. En el ritmo habitual de vida, hay estímulos o referencias externos que motivan el actuar del devenir diario. La cuarentena aleja las obligaciones cotidianas y la relación con otros, que corresponden a un control externo de la vivencia cotidiana.

Es fundamental mantener la auto agencia del control del estado ánimo, en los tiempos actuales cada vez es más difícil la autogestión de nosotros mismos. Esta es una oportunidad de ejercer y entrenar la autogestión, es fundamental hacerse un plan de actividades, de mantener una disciplina, evitando el leizze fair (dejen hacer, dejen pasar), que en apariencia es mas fácil o agradable, pero en la vida práctica resulta más estresante y genera ansiedad y vacío, con conductas problemáticas que hace recordar el dicho que “el ocio es la madre de todos los vicios”. A menor sea la disciplina menor capacidad de autogestión, a menos capacidad de autogestión mayor sea el daño emocional, mayor serán las dificultades interpersonales, mayores conductas adictivas, por lo general aumento de la ingesta alimenticia.

2.- Conflictos de pareja y familiares: es frecuente que el encierro genere irritabilidad y la vivencia de sentir que se invade el espacio personal o sentirse observado y cuestionado. También dado la cercanía física, nos aflora la forma de ser del otro y tendemos a ser más críticos e intolerantes. En estos casos se tiende a la exageración de las emociones negativas a la espera que los otros se acomoden a nosotros, a nuestros gustos y manera de pensar.

Estos conflictos pueden generar dos tipos de conflictos fundamentales. Primero, el sentimiento de marginalización y de aislamiento, lo que implica que la persona se siente herida, humillada y que no pertenece a esa familia o de sentirse incomprendido y no apreciado por la familia o pareja. Estos sentimientos van a generar rabia y tristeza, lo cual va a ir predisponiendo a tener visiones negativas de la convivencia que van facilitando los conflictos y relaciones competitivas dañinas, en las cuales se va oscilando entre, por un lado, el aislamiento y marginación afectiva-emocional, y por el otro, manifestaciones de hostilidad. Conductas que hacen muy difícil la convivencia.

Para evitar estos problemas, es básico ser lo más autónomo posible y aceptar la diversidad de la forma de ser del otro. En lo posible organizar actividades comunes, sin que eso lleve a la pérdida de la autonomía. En lo posible, por un lado, evitar solicitar atención y cuidados de los otros y, por el otro, ignorar o matizar las conductas dementes insistiendo en el autocuidado y autonomía. La autonomía, la disciplina, evitar las críticas o cuestionamientos en la medida de los posible, la coordinación de rutinas y realizar actividades juntos facilitan la convivencia.

Fuente: Unidos por Chile
Colaboración: Mateo Ferrer, psiquiátra – Viernes 27 de Marzo